ENTREVISTAS



CON DIEGO PUERTA

"Daría hasta el último euro por volver a empezar"

 

El maestro sevillano cumple el próximo lunes 50 años de alternativa · Actualmente dedica todo su tiempo a la ganadería, "aunque no quiero anunciarme en Sevilla; eso son palabras mayores"; sentencia el torero

Luis Nieto | Actualizado 26.09.2008

El legendario maestro Diego Puerta, con el Guadalquivir, la Torre del Oro y la Giralda a su espalda.

 

"Ya me lo dijo el doctor Leal Castaño: 'Diego, cuando seas mayor, tendrás unos dolores terribles en las piernas", me comenta el maestro Diego Puerta, que en estos primeros lances del otoño ha llegado incluso "a necesitar una silla de ruedas para ir de un sitio a otro". Lo dice con naturalidad, sin darle la mayor importancia. Hablamos junto al Guadalquivir, cuyas aguas bajan revueltas como la climatología, a un paso de su cuartel general, desde donde dirige sus ganaderías -Diego Puerta y Puerta Hermanos, de sus hijos-, con las que no quiere anunciarse en Sevilla: "Eso son palabras mayores". Intenta pasar inadvertido, pero son muchos los partidarios que se acercan a saludar al legendario torero, que se tienta el muslo derecho y dice: "Ve, apenas tengo músculo. Aquí -aprieta con el índice la pernera del pantalón- tengo un agujero que sale por el otro lado. Y el otro muslo está igual". Son dolores que no traslucen en su semblante.


Es Diego Valor, el Espartero del siglo XX, que a lo largo de la conversación esboza alguna que otra sonrisa como si fueran aquellas inolvidables chicuelinas con las que se enroscaba al toro. Es Diego Sin Miedo, aquel que salía herido a torear y que se hacía él mismo las curas con tijeras y colonia para no perder ni un contrato. Pese a la diabetes, un infarto y las secuelas de sus más de 50 cornadas, se ha venido otra vez arriba, como los bravos, y refleja en su rostro la felicidad interior de los triunfadores. Una felicidad que comparte cuando está a punto de cumplir sus 50 años como matador de toros. "Lo celebraré con mi familia. Yo no soy hombre de muchos festejos".

 

-Más de 50 cornadas ¿Es cierto que el torero es siempre el culpable cuando le cogen...

 

-La verdad es que los toros avisan cuando te van a coger. Lo que pasa es que a mí me avisaban y me volvía a poner en el mismo sitio donde me decía el toro ten cuidao, que te doy. La verdad es que fueron más de 50 cornadas, entre las grandes, que han pasado de 30, y otras. Pero a mí eso no me importaba. Me gustaba que el aficionado saliera contento de la plaza y por eso muchas veces me arrimaba demasiado. Me ponía en un sitio difícil, en el que los toros suelen coger y herir.

 

-Me dijo en cierta ocasión que el valor viene del temperamento y la casta ¿Hasta dónde influye el control de la mente del torero?

 

-Influye mucho. Pero hay veces en que se calienta uno mucho y vuelves a ponerte otra vez en el mismo sitio.

 

-"La cornada no es nada, el mérito está en arriesgar cada vez más". Son palabras suyas ¿Nunca sintió que se le fuese ni una pizca de valor por el boquete d la herida?

 

-No. Al revés. Cada vez que me cogían los toros yo salía más enfadado en la siguente corrida y me arrimaba más. Parece que las cornadas me daban más valor. Mataba dos o tres toros a puerta cerrada y enseguida a torear.

 

-¿Cuál fue la barbaridad más grande que hizo en ese sentido?

 

-En Zaragoza me pegaron una cornada en los testículos. Vaya, que los cogí los dos de las rodillas. Me curaron. Y a los dos días salí con la herida sangrando a torear en mi despedida, en Sevilla. Me eché un analgésico y en el quinto toro -era un mano a mano con Paco Camino sangraba hasta por las piernas.

 

-¿Qué imagen tiene de la cornada?

 

-Yo siempre lo he dicho: la cornada no duele. En el momento, no. Por lo menos, yo no lo sentía.

 

-¿Y miedo?... En algún momento habrá sentido miedo.

 

-No. (Puerta me mira, se encoge de hombros, se aproxima y susurra) No. Es que yo no sé lo que es el miedo. Yo le perdí el miedo al toro. El único miedo que he tenido en mi vida ha sido el miedo a hacer el ridículo.

 

-Es el único torero que, pese a ofertas de exclusivas millonarias, jamás quiso reaparecer.

 


-En Bilbao, en el 74, le dije a Manolo Chopera que me retiraba. Por la tarde corté tres orejas y le volvía a decir: "Manolo, este año me retiro". Y llamé a mi mujer y se lo dije. No se lo creía. Y no quise volver porque quería dejar un recuerdo bueno para los aficionados.

 

-¿Daría todo lo que tiene ahora por volver a vestirse de luces?

 

-(Sonríe y mira al vacío) Sí, sí. Daría hasta el último euro por volver a empezar. Claro, con la edad con la que lo hice; no con la que tengo ahora.

 

-¿Qué recuerdos tiene de aquellos comienzos?

 

-Empecé sin caballos por la sierra de Huelva. La primera novillada con picadores la toreé en Vistalegre, en Madrid, cuando la llevaban los Dominguín. Vine a Sevilla. No tuve mucha suerte. Y luego debuté en Barcelona. Estuve muy bien, tuve mucho cartel allí y toreé mucho en esa plaza tanto de novillero como de matador. Y luego ya de matador fue todo seguido, de tirón.

 

-¿Cómo fue aquel día de la alternativa?

 

-Toreé con Luis Miguel y Gregorio Sánchez de testigo y los toros fueron de Arellano y Gamero Cívico. Y entonces me echaron uno para atrás y maté un sobrero de Escudero Calvo, lo que tiene ahora Victorino.

 

-¿Vivió aquella tarde con unos nervios especiales? ¿Sucedió algo reseñable aquel día?

 

-No. No.Únicamente que no tuve mucha suerte y que los toros no fueron buenos.

 

-¿Qué supuso la Maestranza en su carrera?

 

-En Sevilla salía a darlo todo. Era un sitio clave para ganar corridas.

 

-¿Cómo encuentran ahora el toro y el toreo?

 

-El toro era antes más terciado, más bonito, más pequeño, pero tenía más motor, repetía mucho. Y de toreros veo chavales que torean muy bien y tienen valor.

 

-¿En su época las figuras tenían las contrataciones firmadas antes de comenzar cada temporada?

 

-No. Los que tenían más cartel comenzaban en Castellón, Valencia y Sevilla. A los triunfadores se les esperaba en Madrid. Si tenían suerte se ponían en dinero y en corridas y en caso contrario se estancaban. El resto de empresarios esperaban para sus carteles a lo que sucedía en San Isidro. Si estabas arriba y eras uno de los triunfadores los propios empresarios te querían poner nuevamente. Pero todo esto camba antes de los 70.

 

-¿Quiénes son los toreros que más le gustan?

 

-Lo que veo es en las corridas televisadas y en reportajes. José Tomás se pone en un sitio que cuesta trabajo y torea muy bien con la mano izquierda. Donde se pone le tropiezan muchas veces, pero de lo cerca que se los pasa. Perera anda muy bien. Cayetano torea con gusto. Y muchos otros. Nos tiraríamos hablando de ellos todo el día.

 

-¿Y de los de su época?

 

-Hubo muchos muy buenos. Pero es mejor no dar nombres para no que no se enfaden, no sea que me deje a alguen fuera.

 

-¿Y de los anteriores?

 

-Pepe Luis y Manolo González. Toreros sevillanos.

 

-¿Quién sería el Diego Puerta de nuesta época?

 

-Yo no sé. Sería el público quien debe decir si hay alguno que se parece a mí.

 

-Fuera de los ruedos, ¿que es lo mejor y lo más duro que ha vivido?

 

-Lo mejor, sin duda, mi familia. Tener los hijos que he tenido -Guadalupe, Rocío, Diego, María Dolores, María José y Pedro-, mis diez nietos y mi mujer, a la que la tengo admiración. Y la verdad es que hasta ahora no he tenido apenas problemas en mi vida. Me he dedicado al campo y a mis cosas. Yo he ido siempre por derecho y creo que así te salen siempre las cosas bien.

 

 
 
 
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